"EL VUELO"
(Cuento)
Autor: Marino Santana
José Restrepo realizaba de uno a dos vuelos mensuales en su
avioneta, una cessna 205 color blanco hueso. Era su encomienda, como piloto de
una compañía de aviación dueña de un gran prestigio.
Hoy tenía, sobre sus hombros, la tarea de entregar -llueva truene o ventee-, cuarenta kilos de
medicinas a los miembros de una tribu allá en lo profundo de la selva
inhóspita. Todos coincidían en afirmar que era una de las misiones más
peligrosas. Pues en ese trayecto, acechaban algunos inconvenientes cuya sola mención hacia helar la sangre:
las tribus caníbales, el que te derribaran los contrabandistas o los inmisericordes
guerrilleros o lo difícil
del territorio: selva virgen en gran parte, en caso de un accidente. Aun haciéndolo por el aire, la verdad
es que daba grima pensar en transitar por tales contornos donde cuando menos te lo esperas -decía la gente- salta el sapo.
-Otra tarde hermosa para volar- murmuró, José, camino a la nave
que le esperaba en pista, repleta de paquetes, hasta los asientos.
Esta vez, el cielo estaba despejado. Un cielo tan azul y bello que parecía un gran lienzo de seda cobijando la tarde. Ya estando sobre la
espesa selva. Pudor notar,una vez mas, que el paisaje era espectacular desde arriba. Sin
importar las veces que se avistara, siempre sobrecogía el ver semejante obra de
arte, hecha sin dudas, por el supremo creador. Pero esta dama exuberante,
guardaba muchos espeluznantes secretos tras su
increíble hermosura.
En un momento le pareció oler algo extraño dentro del bimotor; lo pasó por alto pues desconocía la naturaleza de las sustancias que cargaba,
tan solo sabia que eran medicinas y utensilios médicos. En ocasiones algunas que otras golosinas, para los niños de la tribu eran parte de la carga... al menos era lo que le habían dicho,a lo largo de estos dos años que llevaba haciendo la travesía. Que orgulloso se sentía de
contribuir, de esta forma, a mejorar la miserable vida que llevaban esos
infelices supervivientes de aquellos inaccesibles montes.
Como de costumbre se situó a unos dos mil quinientos metros de
altura en dirección al punto de encuentro y se dispuso, cómodamente, a
disfrutar del vuelo.
No habían pasado diez minutos cuando de repente sintió una leve
sacudida, cosa usual ante las frecuentes turbulencias que se le presentaban
durante el trayecto, por lo que no se inquietó. Al rato una nueva sacudida
y esta vez mucho más fuerte, por lo que de inmediato echó un ojo a ambos lados del avión tratando de detectar alguna anomalía, fue cuando notó la humareda que salía de el ala derecha... ▬¡Oh Dios▬ atino a decir, pero mantuvo
la calma, pues, nada conseguía con desesperar...Tomó la radio y trató de comunicarse
con la base en el aeropuerto… el radio estaba, totalmente muerto.
-¡Mayday, Mayday, Mayday! -Repetía tratando de avisar de su situación. En caso de un aterrizaje forzoso, seria importante para sobrevivir que se tuviera una idea
de su ubicación pues mientras mas rápido fuese encontrado, mayores posibilidades tendría
de sobrevivir.
Le faltaban unos treinta
minutos para llegar al claro en donde desde hacia dos años dejaba caer los
paquetes... apenas podía ver a los indígenas saltando de emoción cuando rasante pasaba la nave. A veces podía notar fugazmente el brillo en sus rostros
ante su paso. Pero en esta ocasión rogaba llegar allí, estimaba que podría,en tal caso, recibir atenciones medica de inmediato de los médicos que servían a los lugareños.
La avioneta, cada vez, mostraba menos estabilidad…en un momento pareció
inminente el estrellamiento...gracias a su pericia pudo elevarse de nuevo. Trataba, por todos los medios posibles, de mantener una altura baja con la esperanza de llegar al claro y esperar que la suerte estuviera de su lado.
En su afán por tener mayores posibilidades de salir vivo de aquel
trance, quiso despejar la cabina para lo cual trato de apartar alguno de los
paquetes pero un peso inusual en estos
le llamó la atención. Esto despertó su curiosidad...como pudo y tratando de mantener el control del aparato agarro su
cuchillo y de manera rápida abrió uno llevándose
tremenda sorpresa. Allí, no había medicinas solo bolsitas y bolsitas de un polvo blanco.
De nuevo entró en una sacudida y fue necesario que dejara por un momento aquellos paquetes y se ocupara de los controles.
De nuevo entró en una sacudida y fue necesario que dejara por un momento aquellos paquetes y se ocupara de los controles.
-¡Mayday, Mayday, Mayday! –era inútil, nadie respondió tampoco, al nuevo
intento de pedir auxilio.
A duras penas logro estabilizarse de inmediato fue, temerariamente, a
hurgar de nuevo en los bultos, tratando de saber ¿Que
diablos estaba transportando?
Abrió varios, todos contenían lo mismo. el polvo blanco aquel que repletaba los bolsillos de traficantes inescrupulosos alrededor de todo el mundo. Entonces ¿no era medicina lo que llevó en tantos y tantos viajes arriesgando la vida? A Jose Restrepo se le hizo un nudo en la garganta.
Al salir de su momentáneo ensimismamiento ya estaba cerca del claro precariamente lograba llegar al anhelado punto de encuentro. Un sudor frío recorrió su frente hasta encontrarse con sus lagrimas en las mejillas un dolor extraño, casi ajeno, se apoderó de su pecho cuando agarro con todas sus fuerzas el timón de la nave, miro de reojo la foto sonriente de sus hijos y esposa, justo encima de su cabeza en el techo de la cessna 205 que amaba con toda su alma una especie de sudor espeso recorría su cuerpo, el polvo, los paquetitos de polvo blanco, se desparramaban por el piso de la nave apretó fuertemente las mandíbulas y giró la nave bruscamente rumbo al suelo estrellándola contra los arboles selvaticos ...a unos escasos metros del claro.
Abrió varios, todos contenían lo mismo. el polvo blanco aquel que repletaba los bolsillos de traficantes inescrupulosos alrededor de todo el mundo. Entonces ¿no era medicina lo que llevó en tantos y tantos viajes arriesgando la vida? A Jose Restrepo se le hizo un nudo en la garganta.
Al salir de su momentáneo ensimismamiento ya estaba cerca del claro precariamente lograba llegar al anhelado punto de encuentro. Un sudor frío recorrió su frente hasta encontrarse con sus lagrimas en las mejillas un dolor extraño, casi ajeno, se apoderó de su pecho cuando agarro con todas sus fuerzas el timón de la nave, miro de reojo la foto sonriente de sus hijos y esposa, justo encima de su cabeza en el techo de la cessna 205 que amaba con toda su alma una especie de sudor espeso recorría su cuerpo, el polvo, los paquetitos de polvo blanco, se desparramaban por el piso de la nave apretó fuertemente las mandíbulas y giró la nave bruscamente rumbo al suelo estrellándola contra los arboles selvaticos ...a unos escasos metros del claro.
FIN
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