miércoles, 22 de abril de 2015

PUNTO DE PARTIDA
Cuentos escritos junto a la caña

Nadie sabrá jamás de donde, aquel negrito; flaco y desnutrido, sacó tantas fuerzas, como para realizar tal hazaña. Pero, retumbaba aun, por los contornos del ingenio, el eco de los comentarios que aquel hecho generó. Se confunden con el rumor lastimoso del  viejo central y  sus metálicos resoplidos, cuando agoniza, una vez más, en la memoria del obrero.
Palmerio coca, era un hombre respetado por todos. Aunque  su gran estatura y su corpulencia contrastaban con su aflautada voz, su proceder inquebrantable lo hizo merecedor de ser escogido para el delicado papel de capataz; en una de las áreas más  peligrosas que tenia el central: los molinos. Allí comenzaba el proceso  fabril para la obtención del jugo de la caña de azúcar y convertirlo, más tarde, en lo que se conocía  por aquellos días como: "La columna vertebral de la economía". Ya, no tan solo de la provincia, sino también, de todo el país.
Quisaz, por lo extraño del timbre de su voz, Palmerio coca, era excesivamente parco al hablar. Asi que el día que le trajeron al haitiano osilis, para incorporarlo a su brigada, solo se encogió de hombros para decir:

-Utede son lo jefe y jay que jacer lo que utede digan.

Los molinos, ademas de ser el génesis de aquel importante proceso, era un departamento de sumo peligro.
Allí, se tenia la responsabilidad de mantener el constante flujo de caña, desde los enormes vagones de metal, hasta la fosa, en donde se encontraban decenas de afiladas cuchillas que, girando a gran velocidad, iban cortando la caña en trocitos; pedacitos que luego serian triturados por las grandes y pesadas masas que daban vueltas lentamente, hasta sacarles todo el guarapo. Para realizar ésta dura labor varios hombres fornidos por lo regular, encadenaban los vagones a una plataforma hidráulica que los iba girando hasta verter, toda la caña, en aquellas especie de fauces gigantesca, que engullía toneladas y toneladas de la valiosa gramínea.
El pisotear constante de los obreros, fueron desgastando la plataforma; de manera que, mojada, se constituía en un dificil resbaladero. Cuestión ésta que dificultaba, mucho más, las labores . Aun y teniendo botas de trabajo, quien se descuidaba, podrían caer en el hoyo - asi les decían a la fosa- consiguiendo una muerte casi segura.
Así que, aquella mañana; luego de una pertinaz llovizna, el peligro acechaba a cada paso. Y, el nuevo empleado, sabedor de sus desventajas -pues era de todos sabido que la gente de su raza no eran del agrado del capataz- buscaba destacarse ante todos, al realizar las labores asignadas.

-¡Tengan cuidao!...
-¡miren bien en donde pisan! ...
-¡no quiero problema!
Se  gritaban, unos a otros. Mientras, palmerio observa con atención, la labor de sus hombres.

A diario, el negrito Osilis, se enfrentaba a las burlas habituales de sus compañeros de trabajo. sin chistar, aunque en verdad se sentía terrible, el ser objeto de tales discriminaciones no era nada agradable ni para el ni lo seria para nadie. Pero tan solo se decía, repetidamente:

-"yo tene´ que aguanta´, el jambre allá se peola"

Mientras tronaban las risas de sus compañeros, después de cada chiste racista.

A lo mejor los sentimientos que le generaba aquella situación o todas las amarguras acumuladas en su pecho de negro afro-caribeño, a lo largo de su existencia, acabaron con su endeble  autoestima. Llevándole, en un momento, a perder la concentración, y de paso, a cometer el peor error de su vida:

Al colocar el próximo vagón, Osilis dio un pequeño resbalón que colocó, uno de sus pies, en el mismo trayecto de las cadenas  que sujetaban al vagón de turno quedando, de repente, suspendido sobre el hoyo  enredada una de ellas en su pie derecho , elevándolo con fuerza sobre lo que seria, si caía, una muerte casi segura. solo tuvo tiempo para sostener el cabo de la cadena más cercana, pero seguía suspendido en el aire. Sus manos callosas, se agarraban a la vida, con increíble desicion; todos sus músculos se tensaron y chorros de sudores y lagrimas terminaron por empapar, aun más, su descolorida camisa. sus ojos llenos de miedo y desesperación, su boca ,sobre abierta, emitía dolorosos gritos que se ahogaban entre el estruendo de aquellas vetustas maquinarias; el tiempo parecía haberse detenido, paralizados, los compañeros de osilis, se disponían, temblorosos,  a ser testigos de una horrenda tragedia.cuando de pronto, un alarido cabalgó por encima de todo otro ruido en aquella escena; era la voz inconfundible de palmerio, que gritaba a todo pulmon:

-¡Apaguen to, apaguen to!

Mientras corría a subirse, desesperado, hasta la cresta de aquel vagón, en una maniobra arriesgada buscando halar, desde allí ,al pobre negrito osilis que, aun permanecía a la espera de su fatal destino. Las cuchillas podía apagarse pero al rato, Luego de apagadas los motores se tomaban su tiempo pues su velocidad no era poquita cosa. pasaron unos minutos aunque todos sentimos como si fueran horas, para ir detener las maquinas. mientras tanto, palmerio había logrado asir la cadena y con todas sus fuerzas haló y haló, hasta subir, al pobre haitianito sobre el vagón, salvandolo de una muerte segura.

Todos se preguntaban ¿De donde este hombrecito, delgaducho, encontró las energías suficientes para sostenerse por tanto tiempo? ¿como palmerio había arriesgado su vida para salvar a uno de aquellos a los  que, él, no tenia problemas en afirmar que odiaba profundamente.
Muchos se habían detenido frente a aquellos dos hombres cuando yacían exhaustos, sobre el piso contiguo a la plataforma de los molinos. Cuando.de pronto, una vocesita  cansada y temblorosa, balbuceo´ unas  palabras,y  en ellas, al parecer, se descargaban años y años de odios y miedos; como si un gran velo se rasgara en el cielo y una nueva pagina se abriera de par en par, para un nuevo punto de partida en las relaciones entre ambos hombres, cuando osilis, el negrito recién llegado de los quintos infiernos; mal oliente y desnutrido, musitó:

- ¡Domicane no se male na...to se de la boque pa fuela!


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