jueves, 1 de octubre de 2015

SI SE CALLA EL INGENIO

No me imagino su cuerpo
                         rechinando
entre el sudor seco de la memoria.
No me imagino sus huesos, ferrosos,
envueltos en el silencio abyecto
                            de la nada.
no me figuro
su imagen desabrida y calcinada.
La enorme esfinge, en el herrumbre
              del descuido, ensimismada.
En el viejo rechinar de sus carretas,
                                inserto un grito
sordo; enclavado en el viento;
     en donde, tras el abismo
supurante, horriblemente oscuro,
 se retuerzan los fantasmas
encadenados
                      del invisible y
troncal espacio muerto
de sus huellas ensangrentadas.

No me imagino
                en  el infierno silbante
el humo ausente
La braza seca malograda
en su bravura,
hoy llena de vilezas
en la vacía cuenca inmaculada.

Largas gargantas engullendo
sus miserables horas
la caña llora el terrible ocaso
de la muesca
las semillas estériles
                          en el cadalso
muchedumbre hostil de gusanos
inservibles
podredumbre, lamentos asexuados,
que se multiplican abonados
en la excrementosa mano
de los incubos.






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