viernes, 14 de agosto de 2015

LA VISTA GORDA

Era ocho de septiembre y el día se despertaba dentro de un raro esquema de perversa claridad. La mañana, en su tibieza, se abrazaba con avidez a los aromas acostumbrados que nos regalaba la mañana: el de la leña crepitante de los anafes y fogones que daban paso al efluvio acariciante del café recién colado y esto, maridado, sin el más mínimo cariño, al vaho hiriente que provenía de los corrales, en donde los mugidos de las vacas, nos brindaban un extraño concierto que retrataba su hambrienta expectación.
Albertico Diaz, sabia que era su ultima oportunidad  para reafirmar su hombría, su bravura y la bien ganada fama  que había  parido el filo de su machete.

-¡Albertico,ven tomate un poquito de café ,mi hijito! -Le gritó la madre desde la puerta de la cocina.

-No quiero café- respondió fríamente alberto, sin volver la cara, absorto en sus pensamientos, mientras afilaba y afilaba su machete.
Hacia tiempo que le había perdido el respeto a su complaciente madrecita. pero, aun así, esta se desvivía por complacerlo. En su pecho de madre abnegada bullían sentimientos disimiles: por un lado su instinto maternal y por el otro, el manejo de una culpa contenida, como si supiera que lo que era él, hoy día, no era más que el fruto de su deficiente formación. matizada por una falta frecuente de oportuna corrección y una ausencia total de valores tales como el respeto, la honradez, la compasión y el amor al prójimo.

Las fiestas patronales, en honor a la Virgen De La Caridad Del Cobre, transcurrían exitosamente y todos rogaban cerrar con iguales resultados ya que se habían dejado las mejores atracciones para aquella noche.
Pero, en el pecho de Alberto, una molestia profunda le quitaba la paz. Los jefes de una banda enemiga le habían mandado a decir que si iba a las fiestas era hombre muerto. Hasta este día, en su mente se fijaba un pensamiento, como si todo pareciera indicar que Alberto Diaz Ramirez era un cobarde y el no podía concebir esa vaina. Así que, desde el patio y con paso resuelto, se dirigió a su cuarto donde comenzó por buscar la pinta más bacana con la que contaba. Una gorra original de buena marca y los tenis Jordan veintitrés, envidia de cualquier joven de este tiempo, combinado cuidadosamente con su pantalón blanco, su pantalón favorito.
Las patronales eran toda una revolución de alegría, todos en el pueblo se disponían, durante nueve días, a participar sin reservas, de aquel jolgorio monumental. Mitad devoción religiosa, mitad locura y desenfreno.
Entonces ¿Porque habría él de perderse unas fiestas a las cuales había asistido desde pequeño?¿Soportaría ese "san benito" de miedoso que, de seguro le indilgarían sus enemigos si no asistía? -"¡Claro que no!"  -se respondió en seguida, sin emitir una sola palabra.

La llegada de la noche culminaba una rara travesía en el interior de este muchacho cuya fama, de guapetón y pleitero, asustaba inclusive a la misma policía, quienes, en ocasiones, se negaron a salir a buscarlo,luego de una de sus tropelías. Temerosos de la bravura de uno de esos individuos, cuyos hechos, lo habían convertido en toda una leyenda urbana. Aun estaba fresco en la memoria de todos, aquel día en que dejó a uno de sus contrarios, nadando en un espeso charco de sangre, luego de machetearlo inmisericordemente.

Muchos sabían del reto, así que se abstuvieron, por aquella noche, de ir al disfrute, mas, Alberto tenia una cita con su hombría y no podía faltar... así que allí estaba preparado como siempre pa´lo que sea. Llegó a eso de las nueve; dos amigos le acompañaron. Habían, como de costumbre, dejado sus machetes guardados en las proximidades pues, en ocasiones, la poli los registraba... y más que temer a caer presos, lo que no querían era perder los machetes preparados, como estaban, especialmente para defenderse. Eso si seria, para ellos, una verdadera pena.

La noche estaba algo fresca, la estridente música de las bocinas, en las  discos lights se había detenido para dar paso a la presentación de un famoso rapero, la gente se divertía ajena a todo,,alberto se había quedado en las inmediaciones, cargaba un puñal que le sobresalía por encima del polocher ajustado que llevaba puesto. "Las fritureras" y "jugueteros" les esprimian, hasta el ultimo centavo de los bolsillos a la pobre gente; las casetas repletas de golosinas y baratijas adornaban el parque, algunos reían, cerveza en manos; el carrusel vetusto daba tantas vueltas como las que da la vida, a la vista de todos, los juegos de azar, aunque prohibidos, se corrían con descaro, ante el amparo de las autoridades.  Todos se divertían de lo lindo... cuando, de repente, los gritos de las mujeres y el corredero, indicaban que algo había sucedido, apenas unos minutos de terminar las fiestas:

¡El primer golpe fue justo en la cabeza, los demás, eran ya innecesarios para el fin principal de los agresores: "darle pa´bajo al maldito Alberto" Pero la saña era mucha, así que siguieron y siguieron ! ¡Algunos, en inhumana actitud, sacaban sus celulares para grabar la escena, el chasquido de los machetes al chocar, una y otra vez, sobre el cuerpo inerte de alberto y el charco enorme de sangre completaban el tétrico cuadro que puso fin a tan larga espera!

-¡Mataron a uno, mataron a uno!-Gritaba al correr, el gentío- momentos después, se supo con más detalles del horrendo suceso, casi veinte machetazos acabaron con lo que pudo ser otra historia.
-¡Diablos, mataron a alberto, mataron a alberto,coño!- Lloraba su amigo el Charley junto a su cuerpo... Pronto, por todo el pueblo, se esparció la noticia de la terrible muerte.

Sus amigos no pudieron hacer nada, todo pasó tan rápido, los agresores huyeron, cual rayos, de aquel lugar, mientras al fondo en una de las bocinas se escuchaba el merengue de Toño Rosario:

¡Quiero volver a empezar, libre de todo recuerdo,
 quiero volver a empezar amanecer de nuevo
recomenzar como un nuevo día sin llanto y sin miedo!

Era un muchacho de apenas veintidós años de edad, alto, de piel oscura, aunque de finas facciones. Se podría decir, sin temor a equívocos, que era bien parecido el muchacho, pero, detrás de  aquella apostura, se escondía uno de los temperamentos mas violentos y agresivos que ustedes se pudieran imaginar. a  tal grado que, hasta sus propios progenitores, el comandante de la guardia, el sacristán de la iglesia, el limpiabotas del parque, las santísima virgen y el administrador de los infiernos, todos llegaron a tenerle igual miedo a ese que, sin dudas, era el fruto infame de sus propias entrañas.

Su cadáver destrozado , ataviado con su pinta favorita, quedó recostado de una de las casetas, sus dos amigos luchaban por pararlo, un motociclista, nervioso, esperaba con la inútil intención de llevarlo hasta el hospital mientras, a unos cuantos pasos, varios  policía,...tranquilamente, contaban lo recaudado aquella vez, haciéndose de la vista gorda, como lo habían hecho durante toda la noche.

                                                                    FIN


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